SURA 48
Al-Fath (La Victoria)
Período de Medina
HACIA finales del año 6 de la hégira, el Profeta decidió realizar la “peregrinación menor” “visita ritual” (umra) a Mecca, acompañado de sus seguidores. Aunque habían transcurrido seis años en estado más o menos permanente de guerra entre la comunidad musulmana de Medina y la oligarquía pagana de Mecca, el Profeta no esperaba que se produjeran choques en esa ocasión, porque el mes en el que pensaba llegar a Mecca, Du ‘l-Qaada, era uno de los cuatro “meses sagrados” en los cuales, según una costumbre ancestral de Arabia, estaba prohibido emprender acciones de guerra, especialmente en la Ciudad Sagrada y sus alrededores. Se cursó entonces un llamamiento a algunas de las tribus beduinas aliadas de los alrededores de Medina para que se unieran al Profeta en esta peregrinación, pero la mayoría se excusaron con uno u otro pretexto (véase la nota 10 al versículo 11 de este sura). Así, la expedición del Profeta que partió hacia Mecca estaba formada sólo por 1400-1500 hombres, vestidos todos con ropas de peregrino (ihram) y sin armas, aparte de sus espadas enfundadas. Al conocer los planes del Profeta, la gente de Mecca decidió –en contra de todas las tradiciones de Arabia—impedir por la fuerza la entrada de los peregrinos. Se envió un destacamento de doscientos jinetes al mando de Jalid ibn al-Walid (que antes de que transcurrieran dos años se haría musulmán) a interceptar el avance de la expedición del Profeta, mientras que varios miles de hombres fuertemente armados tomaban posiciones alrededor de Mecca. Como el Profeta no era partidario ni estaba en posición de entablar combate, giró hacia el oeste en Bir Usfán (lugar a una jornada de Mecca) y acampó en la llanura de Hudaibiya, en donde él y sus seguidores permanecerían algunos días. En ese lugar se iniciaron las negociaciones entre los musulmanes y la oligarquía de Mecca. Después de algunas discusiones preliminares entre emisarios de ambos bandos, el Profeta envió a Uzmán ibn Affán (perteneciente a uno de los clanes más influyentes de Mecca) como embajador suyo. Poco después de la llegada de Uzmán a Mecca, llegó un rumor al campamento de los musulmanes en Hudaibiya de que había sido asesinado. Entonces el Profeta, esperando un ataque a traición del ejército de Mecca, reunió a sus seguidores y, sentado bajo una acacia, tomó juramento a cada uno de sus seguidores, entre escenas del más encendido entusiasmo, de que permanecerían firmes y lucharían hasta la muerte; y tras la revelación del versículo 18 de este sura, ese “Juramento del Árbol” sería conocido en la historia como Baiaat ar-Ridwán (“el Juramento de la Complacencia [de Dios]”). Cuando, pocos días después se conoció la falsedad del rumor de la muerte de Uzmán y éste regresó a Hudaibiya, se hizo evidente que la gente de Mecca estaba dispuesta a firmar una tregua. Se redactó un tratado en el que se estipulaba, entre otras condiciones, el cese de todas las hostilidades entre Mecca y Medina durante diez años, y que el Profeta y sus seguidores se abstuvieran de entrar en Mecca aquel año, aunque podrían hacerlo al año siguiente. El Profeta acordó así mismo que si un menor de edad de Mecca, o alguna otra persona bajo tutela, se pasara a los musulmanes sin el consentimiento de su tutor, debería ser devuelto a este último; pero si algún seguidor del Profeta –menor o adulto—se pasara al bando de Quraish por voluntad propia, no sería devuelto. Aunque esta última estipulación pareciera a primera vista desfavorable para los musulmanes, es obvio que el Profeta la aceptó siguiendo el principio de que “no cabe coacción en asuntos de fe” (2:256). El Tratado de Hudaibiya demostró ser de suma importancia para el futuro del Islam. Por primera vez en seis años, fue posible establecer contactos pacíficos entre Mecca y Medina, y se abrió con ello el camino a la penetración de ideas islámicas en el bastión del paganismo arábigo. Aquellos habitantes de Mecca que tuvieron ocasión de visitar el campamento de los musulmanes en Hudaibiya, regresaron profundamente impresionados por el espíritu y la unidad entre los seguidores de Muhámmad, y muchos de ellos comenzaron a flaquear en su hostilidad hacia la fe predicada por él. Tan pronto como cesó el estado de guerra permanente, y gentes de ambos bandos pudieron encontrarse libremente, muchos nuevos conversos acudieron al Profeta, al principio en decenas, luego a centenares, luego a millares—hasta tal punto que, cuando los paganos rompieron la tregua dos años después de haber sido firmada, el Profeta pudo ocupar Mecca sin encontrar apenas resistencia. El Tratado de Hudaibiya, aunque no en apariencia, señaló de hecho el comienzo de la victoria moral y política del Islam en toda Arabia. Según el consenso de todas las autoridades, el sura que conmemora esta victoria fue revelado al Profeta durante su marcha de regreso de Hudaibiya a Medina.