tratado por Ibn Arabi sobre el Hadith del profeta Muhammad.
En el nombre de Dios, el compasivo, el misericordioso La Alabanza pertenece a Dios, ante cuya unidad no hay antes a menos que el antes sea Él y después de cuya singularidad no hay después, a menos que el después sea Él.
Él es, y no hay con Él ninguno antes o después, arriba o abajo, no hay cercanía o distancia, cómo o dónde o cuándo, tiempo o momento o duración, existencia o lugar manifestado. Y es ahora como siempre ha sido. Él es el que no tiene unidad y el único sin unicidad. Él no está compuesto de nombre y nombrado, porque Su nombre es Él y Su nombrado es Él.
y no hay nombre ni nombrado sino Él. Él es el primero sin principio y el último sin final. Él es lo aparente sin apariencia y lo oculto sin ocultamiento. Él es la existencia misma de las letras de los nombres, el primero y el último, lo aparente y lo oculto.
No hay primer ni último, aparente u oculto excepto Él, sin que las letras que forman estos nombres divinos se conviertan en Él y sin que Él se convierta en estas letras. Entiende esto para no cometer el error de quien cree en la encarnación de Dios. Él no está en nada y nada está en Él, ya sea entrando o saliendo de Él. Es así como debes conocerlo y no a través del conocimiento teórico, la razón, el entendimiento o la conjetura, ni con los sentidos, el ojo externo o la vista o percepción interior. Nadie lo ve excepto Él mismo, nadie lo alcanza excepto Él mismo y nadie lo conoce excepto Él mismo. Él se conoce a sí mismo por sí mismo y se ve a sí mismo por medio de sí mismo. Nadie más que Él lo ve. Su velo es su unicidad, ya que nada lo cubre a Él más que Él. Su propia Aseidad lo vela. Su ser está oculto por Su unidad sin ninguna condición. Nadie más que Él lo ve. Ningún profeta enviado, santo perfecto o ángel allegado lo conoce. Su profeta es Él, Su mensajero es Él, Su mensaje es Él y Su palabra es Él. Se envió a sí mismo de sí mismo, a través de sí mismo a sí mismo. No hay intermediario ni otro medio que no sea Él. No hay diferencia entre el remitente, el que se envía y el destinatario. La mera existencia del mensaje profético es Su existencia. No hay existencia para ningún otro que pueda fallecer, o tener un nombre o ser nombrado. Por eso, el Profeta, que Dios lo bendiga y le dé paz, dijo:
Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor. También dijo: Conocí a mi Señor a través de mi Señor. Lo que el Profeta señaló con eso es que no eres tú, pero eres Él y no hay un tú. No es que Él entre en ti o que tú entres en Él, o que Él salga de ti o que tú salgas de Él. Eso no significa que tienes ser y estás calificado por tal o cual atributo. Lo que se quiere decir es que nunca lo fuiste y nunca lo serás, ya sea a través de ti mismo o a través de Él o en Él o con Él. No has dejado de existir ni eres existente. Tú eres Él y Él eres tú, sin ninguna de estas imperfecciones. Si conoces tu existencia de esta manera, entonces conoces a Dios, y si no, entonces no. La mayoría de los que afirman conocer a Dios hacen que el conocimiento de Dios dependa de la desaparición de la existencia y de la desaparición de esa desaparición. Eso es claramente una equivocación y un concepto erróneo.
El conocimiento de Dios no requiere la desaparición de la existencia o la desaparición de esa desaparición porque las cosas no tienen existencia en si mismas y lo que no existe no puede desaparecer. El fallecer implica la existencia previa de lo que fallece. Si te conoces a ti mismo sin existir y sin morir, entonces conoces a Dios, y si no, entonces no. Al hacer que el conocimiento de Dios dependa de la desaparición de tu existencia y la desaparición de esa desaparición, hay una afirmación de algo más que Dios. El Profeta dijo: Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor. No dijo: Quien se aniquila a sí mismo, conoce a su Señor. Tu ser no es nada y lo que es nada no puede relacionarse con otra cosa, sea capaz de desaparecer o no, existente o inexistente. El Profeta aludió al hecho de que tú eras inexistente ahora tal como no existías antes de la creación, porque el ‘’ahora’’ es eternidad sin comienzo y eternidad sin fin y el ‘’ahora’’ es atemporalidad. Dios es ‘’el ser’’ mismo de la eternidad sin comienzo, la eternidad sin fin y la atemporalidad, aunque en realidad no hay eternidad sin comienzo, eternidad sin fin o atemporalidad.
Si fuera de otra manera, no sería solo, sin ningún asociado. Sin embargo, es necesario que Él sea solo sin ningún asociado porque cualquier asociado existiría por sí mismo y no por La Aseidad de Dios. Entonces ese asociado no necesitaría a Dios y, por lo tanto, sería un segundo Señor, lo cual es imposible. Dios no tiene asociado, igual o semejante. Cualquiera que vea algo con Dios, ya sea que provenga de Él o dentro de Él, pero que dependa de Él en virtud de Su señorío, también ha hecho de esa cosa un asociado aunque ese asociado dependa de Él en virtud de Su señorío. Quien admite que puede haber algo con Dios, ya sea subsistiendo por sí mismo o por Él, ya sea en un estado de fallecimiento o de fallecimiento de fallecimiento, está lejos de respirar el olor del autoconocimiento. Porque quien acepta que podría haber cualquier otro ser que no sea Él, pero subsistiendo a través de Él y en Él, y luego desapareciendo en etapas sucesivas de desaparición y desaparición de desaparición, que es politeísmo sobre politeísmo y no conocimiento del yo en absoluto. – es un politeísta [que cree en muchos dioses] y no conoce a Dios ni a sí mismo. Si alguien pregunta: ¿Cuál es el camino al conocimiento de uno mismo y al conocimiento de Dios? La respuesta es: Consiste en ser consciente de que Dios ES y nada ES con Él. Y ahora Es como siempre ha sido.
Si alguien dice entonces: me veo a mí mismo como distinto de Dios y no veo a Dios como a mí mismo. La respuesta es: El Profeta quiso decir con la palabra «yo» tu ser y tu realidad esencial, y no el yo culpable (nafs al lawwama) o el yo inferior (Nafs al ammara) o el yo confiado y pacífico (nafs al mutmainna). Con la expresión ‘’Por sí mismo’’, estaba aludiendo a todo lo que es distinto de Dios, como cuando dijo: Oh Dios, muéstrame las cosas tal como son, indicando con «cosas» todo lo que no sea Dios; es decir, hazme saber lo que es distinto a ti, para que pueda saber qué son realmente las cosas, si son tú o no, si son eternas y subsistentes, o si suceden recientemente y son temporales. Entonces Dios le mostró lo que es diferente a Él como Él mismo, sin la existencia de lo que es diferente a Él. Entonces vio las cosas como son, es decir, las vio como la esencia de Dios, que es exaltado, sin cómo ni dónde.
